La Unión Europea busca reducir las emisiones de carbono del transporte por carretera. Estas emisiones representan la quinta parte de las emisiones de CO2 de la UE. La organización quiere reducir estas emisiones fomentando el uso de combustibles alternativos.
Los tipos de combustibles alternativos son la electricidad (que no produce emisiones contaminantes), hidrógeno (aún en fase inicial, se extrae del agua o de compuestos orgánicos, amoníaco (baja huella de carbono, produce agua y nitrógeno como subproductos), biocombustibles (producidos a partir de aceites vegetales, grasas animales o residuos) y el gas natural (gas licuado de petróleo LPG, gas natural comprimido CNG y gas natural licuado LNG).
Actualmente, el 5% de los vehículos en la UE usan combustibles alternativos. La UE, además, tiene como objetivo aumentar la infraestructura de estaciones de carga y repostaje; y ya se han establecido objetivos para las instalaciones de las mismas. La UE busca simplificar la recarga y los pagos.
Esta adopción de combustibles alternativos se sostiene gracias a diferentes incentivos. El plan de recuperación Next Generation EU destina 20.000 millones de euros para impulsar la venta de vehículos limpios. En adición, la UE busca fijar límites más estrictos de emisiones de CO2 para los coches nuevos. Y a partir de 2035, los nuevos coches no podrán realizar dichas emisiones.
Los beneficios son múltiples, como la reducción de la contaminación del aire y las emisiones de CO2. Mejorar la calidad del aire y la salud pública. La masiva disminución de la dependencia de los combustibles fósiles. Y por último, la creación de nuevos empleos en el sector de las energías renovables.
Eso sí, estos cambios traen nuevos desafíos. Los vehículos con combustibles alternativos pueden tener un coste inicial más elevado. La falta de infraestructura de carga y repostaje en algunas zonas. Y la necesidad de desarrollar tecnologías más eficientes y rentables.
La adopción de combustibles alternativos es crucial para la descarbonización del transporte por carretera y la lucha contra el cambio climático. La UE está implementando medidas para fomentar su uso, y a pesar de los desafíos, los beneficios a largo plazo son considerables: un ambiente más limpio, una mejor salud pública y una mayor seguridad energética.